La estética: el neoclasicismo

El estilo del siglo XVIII es el neoclasicismo, que se inspira en el modelo grecolatino y renacentista, y pretende reflejar el buen gusto. El arte neoclásico aspira a ser elegante, simple y razonable, presenta temas y personajes genéricos, es didáctico y sigue las normas clásicas.

En el arte y la literatura, con el neoclasicismo, se vuelve al modelo clásico grecolatino; de ahí que se revalorice el Renacimiento y se rechacen el Barroco y el medievalismo. El neoclasicismo sigue las normas clásicas y recoge la concepción aristotélica del arte, según la cual la obra artística debe reflejar motivos y personajes genericos o universales y tener una finalidad didáctica.
En conjunto valora la naturalidad, el equilibrio y la verosimilitud, es decir, el gusto, y rehúye el sentimentalismo y los excesos o contrastes. El predominio de lo racional sobre la imaginación otorga el arte neoclásico un cierto aire academicista y frío.

El neoclasicismo se impuso con distinta intensidad en cada país. En las últimas décadas del siglo, desde el clasicismo surge una nueva sensibilidad, más sentimental y emotiva, que se conoce con el nombre de prerromanticismo, y que procede del humanitarismo. Esta corriente reacciona contra la estética neoclásica y sus normas, y, por el contrario, reivindica la primacía del sentimiento sobre la razón y la expresión de la intimidad en el arte.
En algunos países europeos, esta tendencia se desarrolla en el último cuarto del siglo XVIII, con escritores como J. J. Rousseau y W.Goethe.